Membresia Relatos

Heredó de su maestro el oficio de cerrajero

En la ciudad de Esmeraldas solo quedan seis cerrajeros. El oficio es todo un arte y responsabilidad ética.

José Guagua Pérez estima que, en sus más de 30 años como cerrajero, ha creado unas 500 mil llaves. Suena exagerado, pero él lo dice convencido, pues hay clientes que le piden hasta cuatro copias de una misma llave para repartir entre familiares. Recuerda cuando cada copia se hacía a punta de lima. “Eso era duro. Ahora también se usa la lima, pero con las máquinas automáticas el trabajo es diferente”, detalla el maestro, que tiene su rincón de trabajo en la esquina de las calles Ricaurte y Sucre, en la ciudad de Esmeraldas.

Desde allí, ayuda a personas que han perdido el acceso a sus bienes, que dejaron las llaves dentro del carro o necesitan una nueva copia para no quedarse fuera de casa. Y él, con paciencia y precisión, siempre les tiende la mano, todo por 1,25 dólares, como precio base. Aclara que el oficio ha cambiado con la modernización, pero su esencia no. Sobre su mesa tiene una prensa, una pulidora, alicates y puntas parecidas a ganzúas que usa para abrir chapas. “Lo ético es clave. Solo hago trabajos para personas que sé que son dueñas del lugar al que me llevan a abrir”, asegura.

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Un hombre feliz

Él también soñó con ser médico, pero la vida lo llevó por otro camino. Cuando no hay clientes, escucha música, lee mucho y recuerda con cariño los días en que compraba todos los periódicos físicos como ritual de cada mañana.

Con lo que ha ganado, pagó los estudios de su hija, hoy doctora.

José se considera un hombre feliz, solidario y profesional. En su pared cuelgan llaves de muestra y, en su memoria, siempre está presente su mentor, el maestro Lazo, a quien agradece haberle enseñado este arte.

En Esmeraldas solo quedan seis cerrajerías, incluida la suya, pero la de José Guagua es una de las más antiguas. Su historia forma parte de esos oficios que resisten el paso del tiempo y de esas manos que, sin hacer ruido, sostienen a la comunidad. Y como cada relato que compartimos aquí, es una muestra viva del alma esmeraldeña.

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